EL DADAISMO
Es un movimiento cultural que surgió en 1916 en el Cabaret
Voltaire en Zúrich (Suiza). Fue propuesto por Hugo Ball, escritor de los
primeros textos dadaístas; posteriormente, se unió el rumano Tristan
Tzara que llegaría a ser el emblema del Dadaísmo. Una característica
fundamental del Dadaísmo es la oposición al concepto de razón instaurado
por el Positivismo. El Dadaísmo se caracterizó por rebelarse en contra
de las convenciones literarias y artísticas y, especialmente, por
burlarse del artista burgués y de su arte. Su actividad se extiende a
gran variedad de manifestaciones artísticas, desde la poesía a
la escultura pasando por la pintura o la música.
Para los miembros del Dadaísmo, este era un modus vivendi que
hacían presente al otro a través los gestos y actos dadaístas: acciones
que pretendían provocar a través de la expresión de la negación
dadaísta. Al cuestionar y retar el canon literario y artístico, el
Dadaísmo crea una especie de antiarte, es una provocación abierta al orden establecido.
Artistas reconocidos de este movimiento fueron Tristan
Tzara y Marcel Jank de Rumanía, el francés Jean Arp y los alemanes Hugo
Ball, Hans Richter y Richard Huelsenbeck. Tras varios encuentros
informales en distintos cafés, empezaron a darle forma a la idea de
crear un cabaret internacional. La primera celebración tuvo lugar el 5
de febrero de 1916 en el Cabaret Voltaire, y consistió en un espectáculo
de variedades con canciones francesas y alemanas, música rusa, música
negra y exposiciones de arte. Ese mismo año se publicó un panfleto
titulado Cabaret Voltaire que contenía aportaciones de Guillaume
Apollinaire, Filippo Tommaso Marinetti, Pablo Picasso, Amedeo
Modigliani y Vasili Kandinski; en la cubierta aparecía un dibujo de Jean
Arp. En 1917 se inauguró la Galería Dadá.
La expansión del mensaje dadaísta fue intensa, amplia y tuvo
repercusiones en todos los campos artísticos. En Alemania encontró
adeptos entre los intelectuales y artistas que apoyaban el
movimiento espartaquista. En Francia ganó las simpatías de escritores
como Breton, Louis Aragon y el poeta italiano Ungaretti.
El Dadaísmo suele ser una sucesión de palabras y sonidos a la que es
difícil encontrarle lógica. Se distingue por la inclinación hacia lo
dudoso, la muerte, lo fantasioso, y por la constante negación. Así,
busca renovar la expresión mediante el empleo de materiales inusuales o
manejando planos de pensamientos antes no mezclables, lo cual conlleva a
una tónica general de rebeldía o destrucción. El Dadaísmo es
caracterizado, también, por gestos y manifestaciones provocadoras en las
que los artistas pretendían destruir todas las convenciones con
respecto al arte, creando, de esta forma, un antiarte. El movimiento
dadaísta es un movimiento antiartístico, antiliterario y antipoético
porque cuestiona la existencia del arte, la literatura y la poesía. De
hecho, por definición, cuestiona el propio Dadaísmo.
El Dadaísmo se presenta como una ideología total, como una forma de
vivir y como un rechazo absoluto de toda tradición o esquema anterior.
En el fondo es un antihumanismo, entendiendo por humanismo toda la
tradición anterior, tanto filosófica como artística o literaria.No por
casualidad en una de sus primeras publicaciones había escrito como
cabecera la siguiente frase de Descartes: «No quiero ni siquiera saber si antes de mí hubo otro hombre.»
El Dadaísmo se manifiesta contra la belleza eterna, contra la
eternidad de los principios, contra las leyes de la lógica, contra la
inmovilidad del pensamiento, contra la pureza de los conceptos
abstractos y contra lo universal en general. Propugna, en cambio, la
desenfrenada libertad del individuo, la espontaneidad, lo inmediato,
actual y aleatorio, la crónica contra la intemporalidad, la
contradicción, el "no" donde los demás dicen "sí" y el "sí" donde los
demás dicen "no"; defiende el caos contra el orden y la imperfección
contra la perfección. Por tanto, en su rigor negativo, también está
contra el modernismo, y las demás vanguardias: el expresionismo,
el cubismo, el futurismo y el abstraccionismo, acusándolos, en última
instancia, de ser sucedáneos de cuanto ha sido destruido o está a punto
de serlo. La estética dadaísta niega la razón, el sentido, la
construcción del consciente. Sus formas expresivas son el gesto, el
escándalo, la provocación. Para el Dadaísmo, la poesía está en la acción
y las fronteras entre arte y vida deben ser abolidas.
El aporte permanente del Dadaísmo al arte moderno es el
cuestionamiento continuo de qué es el arte o qué es la poesía; la
conciencia de que todo es una convención que puede ser cuestionada y
que, por tanto, no hay reglas fijas y eternas que legitimen de manera
histórica lo artístico. Gran parte de lo que el arte actual tiene de
provocación (como la mezcla de géneros y materias propia del collage viene del Dadaísmo.
Con el fin de expresar el rechazo de todos los valores sociales y
estéticos del momento, y todo tipo de codificación, los dadaístas
recurrían con frecuencia a la utilización de métodos artísticos y
literarios deliberadamente incomprensibles, que se apoyaban en lo
absurdo e irracional. Sus representaciones teatrales y sus manifiestos
buscaban impactar o dejar perplejo al público con el objetivo de que
éste reconsiderara los valores estéticos establecidos. Para ello
utilizaban nuevos materiales, como los de desecho encontrados en la
calle, y nuevos métodos, como la inclusión del azar para determinar los
elementos de las obras. El pintor y escritor alemán Kurt
Schwitters destacó por sus collages realizados con papel usado y otros
materiales similares. El artista francés Marcel Duchamp expuso como
obras de arte productos comerciales corrientes —un secador de botellas y
un urinario— a los que denominó ready-mades.
En poesía el Dadaísmo abre el campo para la llegada
del surrealismo y ayuda a crear un lenguaje poético libre y sin límites.
Para entender qué es la estética dadaísta en el mundo de la poesía nada
mejor que recoger los consejos que Tzara propone para hacer un poema
dadaísta. El texto fue publicado en la recopilación Siete manifiestos dadá, «Dadá manifiesto sobre el amor débil y el amor amargo», VIII (1924).