Neoclasicismo
El término Neoclasicismo surgió en el siglo XVIII para denominar
de forma peyorativa al movimiento estético que venía a reflejar en las artes
los principios intelectuales de la Ilustración, que desde mediados del siglo
XVIII se venían produciendo en la filosofía, y que consecuentemente se habían
transmitido a todos los ámbitos de la cultura. Sin embargo después de la caída
de Napoleón los artistas no tardaron en cambiar sus ideas hacia el Romanticismo
y el Neoclasicismo fue abandonado.
El neoclasicismo en general es la recopilación de todas las
escuelas literarias en la cual todo el mundo vivía en paz y todos eran lo
suficientemente sabios para asumir su oscurantismo e igualdad.
El neoclasicismo trató de imitar a los griegos y romanos. Su
principal característica es la belleza fría y sin alma. La sátira y la burla
identificaban la prosa y el verso; algunos críticos nombraron esa literatura
como prerrevolucionaria, por su intención y por haber antecedido a las guerras
de la independencia americana. Todo esto se generó cuando comenzaron las
críticas contra las autoridades que representaban la corona española.
La poesía neoclásica se distinguió principalmente por su
lírica de contenido ligero, con temas sobre el amor, mitología, asuntos
bíblicos, civiles y progresistas. También por el renacimiento de la fábula, el
epigrama y otras composiciones festivas y moralizantes, introducción del
paisaje y de personajes locales, incluyendo la flora y la fauna. Auge de la
poesía patriota, en forma de odas e himnos heroicos, sobre hechos de las
guerras de la independencia.
Además una entrada al léxico poético de voces regionales o
populares y la aparición en el Río de la Plata de la poesía gauchesca, que se
explicará más adelante. Hubo también una poesía revolucionaria, aunque de valor
estético limitado. Ésta celebraba los triunfos de las armas americanas,
enaltecía a los héroes de la guerra, promovía el entusiasmo nacional y atacaba
a España, sus hombres y sus actos. Esta poesía se ha recogido en cancioneros, y
algunas de las composiciones son anónimas, mientras que otras aparecen firmadas.
En la prosa, los fenómenos fueron los siguientes: el
surgimiento del periodismo político, social y económico, como medio de difusión
de la nueva ideología y revolución. Una preferencia por los ensayos, proclamas,
historias y discursos; el nacimiento de la verdadera novela realista
hispanoamericana en México José Joaquín Fernández de Lizardi. Un ejemplo de
este género son los himnos nacionales escritos en este estilo. Aunque el
periodismo fue la actividad literaria más inmediata y directa, la prosa revolucionaria
es riquísima en memorias, autobiografías, cartas, discursos, artículos,
ensayos, panfletos y traducciones. En el teatro, sin embargo, no hubo grandes
novedades. Se representaban las comedias y tragedias del repertorio clásico
español. Hubo, con todo, intentos de teatro popular, que pueden considerarse
como los precursores de los teatros realistas locales. El monólogo o
unipersonal tuvo bastante auge en esos momentos.
Autores y obras
Los temas preferidos por los neoclásicos hispanoamericanos
fueron de libertad y progreso inspirados por los generales Simón Bolívar,
Antonio José de Sucre y José de San Martín. El máximo representante de la época
es José Joaquín Olmedo (1780-1847), ecuatoriano que compuso una famosa obra que
elogio a Simón Bolívar La victoria de Junín. También está José María Heredia
(1803-1839), cubano y humanista, autor de dos célebres odas: En el teocalli de
Cholula y Niágara. Favor
Origenes del Neoclasicismo
Orígenes
Con el deseo de recuperar las huellas del pasado se pusieron
en marcha expediciones para conocer las obras antiguas en sus lugares de
origen. La que en 1749 emprendió desde Francia el arquitecto Jacques-Germain
Soufflot, dio lugar a la publicación en 1754 de las Observations sur les
antiquités de la ville d'Herculaneum, una referencia imprescindible para la
formación de los artistas neoclásicos franceses. En Inglaterra la Society of
Dilettanti (Sociedad de Amateurs) subvencionó campañas arqueológicas para
conocer las ruinas griegas y romanas. De estas expediciones nacieron libros
como: Le Antichitá di Ercolano (1757-1792) elaborada publicación financiada por
el Rey de Nápoles (luego Carlos III de España), que sirvieron de fuente de
inspiración para los artistas de esta época, a pesar de su escasa divulgación.
También hay que valorar el papel que desempeñó Roma como
lugar de cita para viajeros y artistas de toda Europa e incluso de América. En
la ciudad se visitaban las ruinas, se intercambiaban ideas y cada uno iba
adquiriendo un bagaje cultural que llevaría de vuelta a su tierra de origen.
Allí surgió en 1690 la llamada Academia de la Arcadia o Arcades de Roma, que
con sus numerosas sucursales o coloniae por toda Italia y su apuesta por el
equilibrio de los modelos clásicos y la claridad y la sencillez impulsó la estética
neoclásica.
La villa romana se convirtió en un centro de peregrinaje
donde viajeros, críticos, artistas y eruditos acudían con la intención de
ilustrarse en su arquitectura clásica. Entre ellos estaba el prusiano Joachim
Winckelmann (1717-1768), un entusiasta admirador de la cultura griega y un
detractor del rococó francés; su obra Historia del Arte en la Antigüedad (1764)
es una sistematización de los conocimientos artísticos desde la antigüedad a
los romanos.
En Roma también trabajaba Giovanni Battista Piranesi
(1720-1778); en sus grabados, como Antichitá romana (1756) o Las cárceles
inventadas (1745-1760), y transmite una visión diferente de las ruinas con
imágenes en las que las proporciones desusadas y los contrastes de luces y
sombras buscan impresionar al espectador.
El trabajo está cargado de simbolismo: la figura en el
centro representa la verdad rodeada por una luz brillante (el símbolo central
de la iluminación). Dos otras figuras a la derecha, la razón y la filosofía,
están rasgando el velo que cubre verdad.
La Ilustración representaba el deseo de los filósofos de la
época de Razón (filosofía) por racionalizar todos los aspectos de la vida y del
saber humanos. Vino a sustituir el papel de la religión (como organizadora de
la existencia del hombre) por una ética laica que ordenará desde entonces las
relaciones humanas y llevará a un concepto científico de la verdad.
La Literatura Neoclasica
La Ilustración fue un movimiento intelectual que provocó que
el siglo XVIII fuera conocido como el «Siglo de las Luces». El culto a la razón
promovido por los filósofos ilustrados conllevó un rechazo del dogma religioso,
que fue considerado origen de la intolerancia, y una concepción de Dios que
pasaba de regir el mundo mediante las leyes naturales a desaparecer en
concepciones ateas del universo. Los ilustrados promovieron la investigación de
la naturaleza, el desarrollo científico-técnico, la educación y la difusión
general de todo tipo de conocimientos; fueron los tiempos de L'Encyclopédie. El
arte se hizo así más accesible y con menos pretensiones, y la literatura se
dirigió a un público más amplio, planteándose como un instrumento social. El
aumento del número de lectores, especialmente entre la burguesía, plantea la
figura del escritor como un profesional, y la escritura como su fuente
principal o secundaria de sustento.3
Francia fue la primera en reaccionar contra las formas
barrocas, y los tres grandes ilustrados, Voltaire, Montesquieu y Rousseau se
cuentan entre sus principales exponentes. También destacaron Pierre Bayle, Denis
Diderot, George Louis Lecler y Chamblain de Marivaux. En Inglaterra tuvo una
gran cantidad de adeptos la novela de aventuras, destacando Daniel Defoe,
Jonathan Swift, Samuel Richardson y Henry Fielding, junto a los poetas John
Dryden y Alexander Pope.4
De la novela se pasó al ensayo como género divulgador de
ideas por excelencia. La literatura neoclásica realizó una crítica de las
costumbres, incidiendo en la importancia de la educación, el papel de la mujer
y los placeres de la vida.5 Destacaron en España el fraile benedictino Benito
Jerónimo Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos y José Cadalso.
Cobró importancia la fábula, relatos o poesías normalmente
ejemplificadas con animales, donde se exponen enseñanzas morales. La fábula se
caracterizaba por ser una composición de carácter didáctico, por la crítica de
vicios y costumbres personales o de la sociedad, y por la recurrencia a la
prosopopeya o personificación. Es el subgénero que más se adaptó a las
preceptivas neoclásicas: una composición sencilla en la que la naturaleza
interviene, y que enseña divirtiendo. Destacaron los fabulistas Félix María de
Samaniego y Tomás de Iriarte en España, y el francés Jean de la Fontaine.6
En España, hubo una continuidad barroca en la poesía, con
autores como Diego de Torres y Villarroel, que consideraba a Quevedo su
maestro; Gabriel Álvarez de Toledo y Eugenio Gerardo Lobo. La segunda mitad del
siglo XVII mostraba ya una poesía neoclásica, dominada por su admiración por la
ciencia y los temas filosóficos, o centrada en temas anacreónticos y bucólicos,
y marcada en ocasiones por el fabulismo. Destacaron Nicolás Fernández de
Moratín, autor de Arte de las putas, prohibida por la Inquisición, que pudo
inspirar los Caprichos de Goya; Juan Meléndez Valdés y José Cadalso, de la
escuela salmantina; los fabulistas Iriarte y Samaniego en Madrid; en la escuela
sevillana destacaron José Marchena, Félix José Reinoso, José María Blanco-White
y Alberto Lista.7
Se dio también una fuerte influencia barroca en el teatro
español, especialmente durante la primera mitad del siglo XVIII, con autores
como Antonio de Zamora o José de Cañizares. El teatro en España tuvo cambios
como la prohibición oficial de representar autos sacramentales, la reaparición
del gusto popular por el sainete y la transición de los antiguos corrales a los
teatros, como locales adecuados a la nueva concepción del teatro. A finales del
primer tercio de siglo los dramaturgos españoles comienzan a seguir los modelos
franceses, como Boileau y Racine, renovando las estéticas aristotélicas y
horacianas. La obra de teatro debe ser verosímil, cumplir con las unidades de
acción, de espacio y de tiempo, y tener un enfoque didáctico y moral.
Destacaron en la tragedia Nicolás Fernández de Moratín, José Cadalso, Ignacio
López de Ayala y Vicente García de la Huerta; en el más popular género del
sainete, destacaron Antonio de Zamora, el prolífico Ramón de la Cruz e Ignacio
González del Castillo. Destacó especialmente la figura de Leandro Fernández de
Moratín, creador de lo que se ha dado en llamar «comedia moratiniana» (La
comedia nueva o El café, El sí de las niñas), en que ridiculizaba los vicios y
costumbres de la época, usando el teatro como vehículo para moralizar las
costumbres. Seguidores de esta línea son también Manuel Bretón de los Herreros
y Ventura de la Vega.
ANDRES BELLO, LINDO, BONITO & HERMOSO!
En la época en que vivió Andrés Bello lo prioritario era
mover el pueblo de las Américas para el logro desesperado de la Independencia,
entonces había que ganar los combates en páramos, esteros y selvas, había que
crear los nuevos Estados y sus instituciones, había que darle un proyecto, un
destino y un sentido a la revolución, había que hacer libre, ilustrada y
soberana la patria de los americanos. Esa fue la empresa de Bolívar: la acción
dirigida por el pensamiento, hacia la creación en el ámbito del Imperio Español
de una comunidad civilizada, independiente y poderosa de naciones que pudieran
ser "la esperanza del Universo"
Pero había también, que salvar y labrar el patrimonio
cultural recibido del pasado, incorporar las nuevas naciones no sólo a la
dignidad de la soberanía, sino a la labor de la continuidad de la civilización,
tomar parte ilustrada en el quehacer humano del presente y el futuro y alzar
"ante el atónito Occidente" en las ciencias, las artes y las letras,
las credenciales al reconocimiento de igualdad de las nuevas patrias.
Los logros de Bello:
1.- Se dedicó a recoger la cultura barroca y neoclásica de
las Indias de Carlos IV.
2.- Se familiarizó con el latín al traducir las églogas de
Virgilio.
3.- A los dieciocho años había acompañado por las calles y
por los campos de Caracas a Alejandro de Humboldt. Allí le fue revelado el
sentido de la unidad de la vida natural, cómo los animales, las plantas, la
tierra y los climas están indisolublemente unidos en una profunda y poderosa
armonía