Prerromanticismo
El prerromanticismo fue
un movimiento literario que se desarrolla en Europa a lo largo del siglo XVIII y cuyo ocaso transcurre en las últimas décadas de la
centuria, en total oposición al Neoclasicismo.Durante el
siglo XVIII triunfan en Europa las ideas clásicas francesas del siglo anterior
(Neoclasicismo). Mas, a la vez, se va forjando en varios países una reacción de
signo radicalmente contrario.
Características:
En el Prerromanticismo se dan los
siguientes rasgos, que lo separan del Neoclasicismo:
§ Afirma
el predominio del sentimiento frente a la razón. En sus obras, los escritores
expresan sus sentimientos más tristes y exaltados.
§ Rechazan
las "reglas", aunque algunos escritores prerrománticos las aceptan.
§ Frente
a la naturaleza arreglada y tranquila típica de los escritores neoclasicistas,
los prerrománticos y más tarde los románticos prefieren lugares esotéricos y
misteriosos, como cementerios, escenas nocturnas, tormentas, apariciones de
fantasmas, etc.
§ Desaparición del tono didáctico de las obras
§ La
libertad como valor absoluto.
§ Puesta
en entredicho de las reglas y preceptos del Neoclasicismo. De ahí que el teatro
sin reglas de Shakespeare, despreciado por los neoclásicos, sea alabado por los
prerrománticos.
§
Repetición
de palabras, de sintagmas, como muestra de obsesión, o de perturbación.
§
Frecuente
sobre todo la anáfora del verbo o sustantivo al principio de frase o de verso.
§
Recursos
de sonoridad: palabras violentas, broncas, rebuscadas, que a veces se acumulan
en la obtención de efectos trepidantes
§
Innovaciones
lingüísticas tendentes a la intensificación léxica, a veces mediante sufijos o
prefijos nuevos o inusitados.
El Romanticismo
El Romanticismo es un movimiento cultural y político
originado en Alemania y en el Reino Unido (Gran Bretaña e Irlanda del norte) a
finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo
de la Ilustración y el Clasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Su
característica fundamental es la ruptura con la tradición clasicista basada en
un conjunto de reglas estereotipadas. La libertad auténtica es su búsqueda
constante, por eso es que su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a
que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y
al hombre mismo que se presenta de manera distinta y particular en cada país
donde se desarrolla; incluso dentro de una misma nación se manifiestan
distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.
Se desarrolló en la primera mitad del siglo XIX,
extendiéndose desde Inglaterra a Alemania hasta llegar a otros países. Su
vertiente literaria se fragmentaría posteriormente en diversas corrientes, como
el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas
en la denominación general de Posromanticismo, una derivación del cual fue el
llamado Modernismo hispanoamericano. Tuvo fundamentales aportes en los campos
de la literatura, la pintura y la música. Posteriormente, una de las corrientes
vanguardistas del siglo XX, el Surrealismo, llevó al extremo los postulados
románticos de la exaltación del yo.
Etimología
Si bien está clara la relación etimológica entre romántico y
el término francés para novela roman, no toda la crítica se pone de acuerdo. En
todo caso parece que la primera aparición documentada del término se debe a
James Boswell a mediados del siglo XVIII, y aparece en forma adjetiva, esto es,
romantic o romántico. Lo utiliza para referirse al aspecto de Córcega. Este
término hace referencia a lo inefable, aquello que no se puede expresar con
palabras. Así, en un principio, se entendería que un sentimiento romántico es
aquel que requiere de un roman para ser expresado. El texto de Boswell se
tradujo a varias lenguas, llegando a alcanzar especial fuerza en alemán, con la
difusión de romantisch, en oposición a klassisch.
Según René Wellek el término sirvió en principio para
denominar una forma genérica de pensar y sentir y sólo en 1819, con Friedrich
Bouterwek se emplea Romantiker como denominación de la escuela literaria. La
difusión del término es irregular por países; en 1815 en España podemos
encontrar romancesco junto a romántico, estabilizándose el segundo ya en 1918.1
Otro origen del término muy señalado es el que relaciona
«romántico» con la expresión «in lingua romana» que alude a las lenguas
romances distinguiéndolas de la antigüedad clásica representada por el latín.
Se trataría por tanto de un giro hacia la lengua propia y vernácula como
representate de la propia cultura. Igualmente surge con este término una
oposición entre «romántico» y «clásico» en función de la lengua que prefirieran
y, por añadidura, asociada también al gusto creador de unos y otros.
Características
El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional
y crítico de la Ilustración y el Clasicismo, y favorecía, ante todo:
La conciencia del
Yo como entidad autónoma y, frente a la universalidad de la razón dieciochesca,
dotada de capacidades variables e individuales como la fantasía y el
sentimiento.
La primacía del
Genio creador de un Universo propio, el poeta como demiurgo.
Valoración de lo
diferente frente a lo común, lo que lleva una fuerte tendencia nacionalista.
El liberalismo
frente al despotismo ilustrado.
La originalidad
frente a la tradición clasicista y la adecuación a los cánones. Cada hombre debe
mostrar lo que le hace único.
La creatividad
frente a la imitación de lo antiguo hacia los dioses de Atenas.
La obra
imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.
Es propio de este movimiento un gran aprecio de lo personal,
un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al
carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la
Ilustración en el siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son, con
frecuencia, prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo) y los
autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que
ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción,
tiempo y lugar) y la de estilo (mezclando prosa y verso y utilizando polimetría
en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y
populares como la asonante. Igualmente, una renovación de temas y ambientes, y,
por contraste al Siglo de las Luces (Ilustración), prefieren los ambientes
nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo);
venerando y buscando tanto las historias fantásticas como la superstición.
Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su
cultivo de lo diferencial es el auge que tomaron el estudio de la literatura
popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes)
y de las literaturas en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la
escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca... Este
auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa
del siglo XVIII, de espíritu clásico y universalista, difundida por toda Europa
mediante Napoleón.
El Romanticismo se expandió también y renovó enriqueció el
limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando entrada a lo exótico y lo
extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las
antiguas o buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez
de en Grecia o Roma, su inspiración.
Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la
exaltación de lo instintivo y sentimental. «La belleza es verdad». También
representó el deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los
instintos que presenta el «yo», subjetivismo e imposición del sentimiento sobre
la razón. En consonancia con lo anterior, y frente a los neoclásicos, se
produjo una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad Media, frente a
otras épocas históricas.
El estilo vital de los autores románticos despreciaba el
materialismo burgués y preconizaba el amor libre y el liberalismo en política,
aunque hubo también un Romanticismo reaccionario, representado por
Chateaubriand, que preconizaba la vuelta a los valores cristianos de la Edad
Media. El idealismo extremo y exagerado que se buscaba en todo el Romanticismo
encontraba con frecuencia un violento choque con la realidad miserable y
materialista, lo que causaba con frecuencia que el romántico acabara con su
propia vida mediante el suicidio. La mayoría de los románticos murieron
jóvenes. Los románticos amaban la naturaleza frente a la civilización como
símbolo de todo lo verdadero y genuino.
Literatura del Romanticismo
La literatura del Romanticismo es el movimiento cultural
literario que se produce a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX en
varios países europeos como Alemania, Francia y Reino Unido, se desarrolla a lo
largo de todo el periodo decimonónico, y continúa ejerciendo su influencia, en
varios de sus rasgos más característicos, hasta la actualidad.
El movimiento literario Sturm und Drang (en alemán:
'Tormenta e ímpetu'), desarrollado durante la última mitad del siglo XVIII, fue
el precedente importante del Romanticismo alemán.
Los autores importantes fueron (el joven) Johann Wolfgang von
Goethe, (el joven) Friedrich Schiller, Friedrich Gottlieb Klopstock y Ludwig
van Beethoven.
Romanticismo español
En España el movimiento romántico tuvo precedentes en los
afrancesados ilustrados españoles, como se aprecia en las Noches lúgubres (1775)
de José de Cadalso o en los poetas prerrománticos (Nicasio Álvarez Cienfuegos,
Manuel José Quintana, José Marchena, Alberto Lista...), que reflejan una nueva
ideología presente ya en figuras disidentes del exilio, como José María Blanco
White. Pero el lenguaje romántico propiamente dicho tardó en ser asimilado,
debido a la reacción emprendida por Fernando VII tras la Guerra de la
Independencia, que impermeabilizó en buena medida la asunción del nuevo
ideario.
Durante la Década Ominosa en España (1823-1833) vuelve a
instaurarse un régimen absolutista, y quedan suspendidas todas las
publicaciones periódicas, las universidades cerradas y la mayoría de las
principales figuras literarias y políticas en el exilio; el principal núcleo
cultural español se sitúa, sobre todo, en Gran Bretaña y Francia. Desde allí,
periódicos como Variedades, de Blanco White, contribuyeron a fomentar las ideas
del Romanticismo entre los exiliados liberales, que paulatinamente fueron
abandonando la estética del Neoclasicismo.
En la segunda década del siglo XIX, el diplomático Juan
Nicolás Böhl de Faber publicó en Cádiz una serie de artículos entre 1818 y 1819
en el Diario Mercantil a favor del teatro de Calderón de la Barca contra la
postura neoclásica que lo rechazaba. Estos artículos suscitaron un debate en
torno a los nuevos postulados románticos y, así, se produciría un eco en el
periódico barcelonés El Europeo (1823-1824), donde Buenaventura Carlos Aribau y
Ramón López Soler defendieron el Romanticismo moderado y tradicionalista del
modelo de Böhl, negando decididamente las posturas neoclásicas. En sus páginas
se hace por primera vez una exposición de la ideología romántica, a través de
un artículo de Luigi Monteggia titulado Romanticismo.
Larra.
Por otro lado, algunos escritores liberales españoles,
emigrados por vicisitudes políticas, entraron en contacto con el Romanticismo
europeo, y trajeron ese lenguaje a la muerte del rey Fernando VII en 1833. La
poesía del romántico exaltado está representada por la obra de José de Espronceda,
y la prosa por la figura decisiva de Mariano José de Larra. Un romanticismo
moderado encarnan José Zorrilla (dramaturgo, autor del Don Juan Tenorio) y el
Duque de Rivas, quien, sin embargo, escribió la obra teatral que mejor
representa los temas y formas del romanticismo exaltado: Don Álvaro o la fuerza
del sino.
Un Romanticismo tardío, más íntimo y poco inclinado por
temas político-sociales, es el que aparece en la segunda mitad del siglo XIX,
con la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, la gallega Rosalía de Castro, y Augusto
Ferrán, que experimentaron el influjo directo con la lírica germánica de
Heinrich Heine y del folclore popular español, recopilado en cantares, soleás y
otros moldes líricos, que tuvo amplia difusión impresa en esta época.
Otros romanticismos en Latinoamérica
Otros nombres que destacan son los cubanos José María de
Heredia y Gertrudis Gómez de Avellaneda. Cabe citar también la primera parte de
la obra del notable narrador chileno Alberto Blest Gana, cuya producción
modelada por el costumbrismo de Balzac se interna en las fisuras del idealismo
romántico. También las obras del guatemalteco José Batres Montúfar han sido muy
importantes en toda Latinoamérica. Por otra parte, los venezolanos Juan Vicente
González y Juan Antonio Pérez Bonalde fueron los representantes del movimiento
en ese país.
La lírica:
La poesía en el Romanticismo
Si la prosa fue el medio más adecuado para transmitir el
pensamiento neoclásico, la lírica se convirtió en el Romanticismo en el modelo
ideal para expresar toda la carga emocional que siente el ser humano. Junto a
una poesía de carácter lírico se recupera también un tipo de poesía narrativa
que relata leyendas y sucesos históricos.
Las fuentes inmediatas de este tipo de poesía hay que
buscarlas en los poetas románticos extranjeros, como el alemán Goethe, que
sirvió de inspiración tanto en las actitudes vitales de nuestros poetas como en
los temas de sus obras, y el británico Lord Byron, que representa al poeta que
está en constante rebeldía frente a la sociedad.
En la primera mitad del siglo XIX:
A mediados del siglo XVIII, aproximadamente, asistimos a un
cambio ideológico y de sensibilidad en escritores que se habían educado en la
corriente ilustrada de la época. José Cadalso, Jovellanos y Menéndez Valdés,
entre otros, imprimen a sus obras de final de siglo una constante agitación
emocional de talante puramente prerromántico.
Los escritores de la primera mitad del siglo XIX que dieron
el paso definitivo hacia la configuración de la poesía romántica fueron el
Duque de Rivas, José Zorrilla y José de Espronceda. Sin embargo, es en la obra
lírica de este último autor donde hallamos el primer gran poeta romántico de la
época.
* En la segunda mitad del siglo XIX:
En esta época nos encontramos con dos poetas que se
anticipan a las innovaciones de contenido y estructura de la poesía moderna:
Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Escritores de generaciones
posteriores como Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Dámaso
Alonso y Pedro Salinas, entre otros, alaban la originalidad de sus obras y las
consideran punto de partida de la lírica del siglo XX.
Insatisfechos con la realidad que les tocó vivir, los poetas
de la segunda mitad del siglo XIX buscaron que las palabras fueran más allá de
su significado estricto y evocaron realidades de mayor trascendencia. La poesía
se concentra en el subjetivismo más puro, se convierte en la expresión más
auténtica del yo poético.
Principales innovaciones formales de la poesía romántica
En la versificación:
Se combinan gran cantidad de estrofas y de versos de
diferentes medidas: unas veces se enriquecen antiguos esquemas métricos con
nuevas estrofas y gran variedad de ritmos inéditos o en desuso (se recupera el
romance y con él el verso octosílabo, la silva, la octava real y las estrofas
de arte menor); otras veces, se toman formas estróficas y versos de la poesía
extranjera (el alejandrino francés, el heptasílabo con finales agudas y
esdrújulas,...).
Prodigan la rima en abundancia, sobre todo la consonántica.
En el estilo:
El lenguaje frío y sujeto a normas del siglo XVIII se
convierte en desbordado y muy expresivo.
El léxico se llena de palabras que denotan nostalgia,
melancolía, desesperación, muerte, amor imposible,... y los adjetivos nos
transmiten el rico colorido de los países exóticos y los tenebrosos lugares
donde se refleja el estado anímico del poeta.
Juan Antonio Pérez-Bonalde
Pereira poeta venezolano considerado por la crítica como el
máximo exponente de la poesía lírica del país, del romanticismo y uno de los
precursores del modernismo.
Biografía
Pérez Bonalde nace en Caracas el 30 de enero de 1846, cuando
Venezuela comienza a vivir la etapa agitada de su republicanismo. Hijo de Juan
Antonio Pérez-Bonalde y de Gregoria Pereira Rubín, cuyo hogar por tradición y
convicción fue liberal y civilista, lo que le habría de traer problemas en esa
Venezuela enfrascada en permanentes disputas de carácter político.
La época que corre paralela a su infancia se identifica con
la violencia que sacude al país. Desde el punto de vista literario, cuando nace
Pérez Bonalde, ya el romanticismo se ha impuesto enAmérica. Los poetas
venezolanos toman como modelos los románticos franceses y españoles, pero aún
no se había producido un poeta romántico de carácter universal.
Cuando Pérez Bonalde tiene 15 años, en 1861, su familia
decide emigrar para evadirse de los peligros de la guerra. Se dirigen a Puerto
Rico donde encuentran refugio. Allí el futuro poeta ayuda a su padre a regentar
un plantel educativo y se dedica a aprender idiomas. Pronto llega a dominar el
inglés, el alemán, el francés, el italiano, el portugués, el griego y el latín.
Esta afición a las lenguas extranjeras le va a permitir en años posteriores
traducir con maestría poetas de otras nacionalidades como Edgar Allan Poe y
Heinrich Heine. Tras el fin de la Guerra Federal, en 1864, su familia regresa a
Venezuela. Ese mismo año, Juan Antonio sufre el primer golpe doloroso de su
vida, muere su padre y el poeta debe velar por su familia.
Muy pronto la guerra civil vuelve a hacer su aparición en el
país. Esta vez el nuevo caudillo es Antonio Guzmán Blanco quien se impone y
comienza el despotismo ilustrado que va a durar siete años, Pérez Bonalde se
opone al dictador y tiene que expatriarse voluntariamente a partir de 1870.
Fija su residencia en Nueva York. Allí va a ocuparse en diversas actividades
pero también va a escribir lo más importante de su obra poética. Para ganarse
el sustento se ve obligado a trabajar en una fábrica de perfumes en la Compañía
"Lahman y Kemp". Redacta propaganda comercial en varios idiomas y
viaja por las principales regiones de Norteamérica. Desempeñando este trabajo,
tuvo la oportunidad de conocer, en viajes de negocios, varios continentes:
Europa, Asia y África, con lo cual adquirió una concepción más amplia de la
cultura.
Estando en Nueva York recibe la noticia de la muerte de su
madre, lo que va a significar un rudo golpe para el poeta. En 1876 las
circunstancias políticas abren las puertas de Venezuela a Pérez Bonalde. El
presidente Francisco Linares Alcántara propicia un clima de tolerancia política
y el poeta regresa. Durante la travesía, en el barco que lo conducía a Puerto
Cabello, un mundo de recuerdos lo invade: la infancia, la patria, el dolor por
la madre muerta, le producen la inspiración necesaria para escribir el poema
Vuelta a la Patria.
En 1877 regresa a Nueva york y recoge todos los poemas que
ha escrito hasta el momento en un volumen que tituló Estrofas, son cuarenta
poemas donde está incluido Vuelta a la Patria.
En 1879 contrae matrimonio con la norteamericana Amanda
Schoonmaker, que le dará una hija, Flor, a pesar de no ser una pareja
especialmente feliz. Pérez Bonalde se centrará en su hija. Es tanta la alegría
que ese mismo año publica su segundo libro de poesías originales: Ritmos,
conjunto de 35 poemas, en donde aparece El canto al Niágara una de sus más
celebradas composiciones. En1883 muere su hija Flor en forma inesperada.
Conmovido por ese inmeso dolor escribe el poema Flor y además el poema Gloria
in Excelsis.
Paulatinamente cae en las drogas y el alcohol, por lo que su
salud pronto se resiente. En 1888 enferma gravemente y es recluido en un
hospital donde permanece un año. En 1889 es llamado a Venezuela para colaborar
en el gobierno de Raimundo Andueza Palacio, será este su último retorno al
país.
Pérez Bonalde viaja a Amberes, pero enferma y se ve obligado
a regresar desde Curazao. El 4 de octubre de 1892 muere en La Guaira. En 1903
se trasladaron sus restos al Panteón Nacional, en donde se le rindieron honores
fúnebres.
Obras
La obra poética original de Pérez Bonalde está representada
por dos Poemarios: Estrofas (1877) y Ritmos (1880). Sus traducciones de mayor
importancia son El cancionero (1885) del alemán Henrique Heine, y El cuervo
(1887) del norteamericano Edgar Allan Poe.
En sus libros originales, Estrofas y Ritmos, reúne poemas
escritos en diversos lugares. En ambas obras, la huella de un poeta intimista,
sincero que no imita a los maestros del Romanticismo europeo, sino que extrae
los temas de su propia peripecia vital. Su poesía, perdurable por ello, y por
el fino e ilustrado espíritu de su creador, se encuentra relacionada de
inmediato con algunos de los grandes aconteceres de una existencia errante y
dolorosa, y con los fines que según la concepción romántica debía cumplir el
poeta.
Poemas
Vuelta a
la Patria (1876-77)
Estrofas
(1877)
Ritmos
(1880)
El canto
al Niágara (1882), prólogo de José Martí
Flor1883
Poema Flor de Juan Antonio Perez Bonalde
FLOR
I
Flor se llamaba: flor era ella,
flor de los valles en una palma,
flor de los cielos en una estrella,
flor de mi vida, flor de mi alma.
Era más suave que blando aroma;
era más pura que albor de luna,
y más amante que una paloma,
y más querida que la fortuna.
Eran sus ojos luz de mi idea;
su frente, lecho de mis amores;
sus besos eran dulzura hiblea,
y sus brazos, collar de flores.
Era al dormirse tarde serena;
al despertarse, rayo del alba;
cuando lloraba, limbo de pena,
y sus abrazos, collar de flores.
Era al dormirse tarde serena;
al despertarse, rayo del alba;
cuando lloraba, limbo de pena;
cuando reía, cielo que salva.
La de los héroes ansiada palma,
de los que sufren, el bien no visto,
la gloria misma que sueña el alma
de los que esperan en Jesucristo.
Era a mis ojos condena odiosa
si comparada con la alegría,
de ser el vaso de aquella rosa,
de ser el padre de la hija mía.
Cuando en la tarde tornaba al nido
de mis amores, cansado y triste,
con el inquieto cerebro herido
por esta duda de cuanto existe.
Su madre tierna me recibía;
con ella en brazos, yo la besaba..
. ¡Y entonces... todo lo comprendía
y al Dios sentido todo lo fiaba!...
¿Que el mal impera? ¡Delirio craso!
¿Que hay hechos ruines? ¡Error profundo!
¿No estaba en ella mirando acaso
la ley suprema que rige al mundo?
¡Ah, cómo ciega la dicha al hombre!
¡Cómo se olvida que es rey el duelo,
que hay desventuras sin fin ni nombre
que hacen los puños alzar al cielo!...
¡Señor!, ¿existes? ¿Es cierto que eres
consuelo y premio de los que gimen,
que en tu justicia tan sólo hieres
al seno impuro y al torvo crimen?
Responde, entonces: ¿por qué la heriste?
¿Cuál fue la mancha de su inocencia?
¿Cuál fue la culpa de su alma triste?
¡Señor!, respóndeme en la conciencia.
Alta la llevo siempre, y abierta,
que en ella negro nada se esconde;
la mano firme llevo a su puerta,
inquiero... y ¡nada, nada responde!
Sólo del alma sale un gemido
de angustia y rabia, y el pecho, en tanto,
por mano oculta de muerte herido,
se baña en sangre, se ahoga en llanto.
Y en torno sigue la impía calma
de este misterio que llaman vida,
y en tierra yace la flor de mi alma
¡y al lado suyo mi fe vencida!
II
¡Allí está! Blanca, blanca,
como la nieve virgen que el potente
viento del Norte de la cumbre arranca;
como el lirio que troncha mano impía
orillas de la fuentes
que en reflejar su albura se engreía.
¡Allí está!... La suave
primavera pasó; pasó el verano,
y la estación poética en que el ave
y las hojas se van; retornó el cano,
pálido invierno, con su alegre arreo
de fiestas y niños, y aún la veo
y la veré por siempre... Allí está..., fría
entre rosas tendida, como ella
blancas y puras y en botón cortadas
al despuntar el día...
¡Ay! En la hora aquella,
¿dónde estaban las hadas
protectoras del niño
que no vinieron con la clara estrella
de su vara de armiño
a tocar en la fernte a la hija mía,
a devolver la luz a aquellos ojos
y a arrancar de mi pecho los abrojos
de esta inmensa agonía,
de este dolor eterno, de esta angustia
infinita, fatal, inmensurable;
de este mal implacable,
que deja el alma mustia
para siempre jamás, que nada alcanza
a mitigar en este mundo incierto?
¡Nada! Ni la esperanza
ni la fe del creyente
en la ribera nueva,
en el divino puerto
donde la barca que las almas lleva,
habrá de anclar un día;
ni el bálsamo clemente
de la grave, inmortal filosofía;
ni tú misma, doliente
inspiración, divina poesía,
que esta arpa de lágrimas me entregas
para entornar el salmo de mi duelo...
Tú misma, no, no llegas
a calmar mi dolor...
¡Abrase el cielo!
¡Desgájese la gloria en rayos de oro
sobre mi frente..., y desdeñosa, altiva,
de su mal sin consuelo
al celestial tesoro
el alma mía cerrará su puerta;
que ni aquí ni allá arriba,
en la región abierta
de la infinita bóveda estrellada,
nada hay más grande, nada
más grande que el amor de mi hija viva,
¡más grande que el dolor de mi hija muerta!
novela romanica
La narrativa
La novela romántica.
Dos grandes manifestaciones surgen en la narrativa del siglo
XIX: la novela histórica y los cuadros de costumbres. Aunque ambas responden al
sentido nacional y al amor por lo tradicional que trajo consigo el
Romanticismo, se oponen por el carácter idealista de la primera y el realista
de la segunda.
. El idilio como
elemento estructurante de la acción
Toda novela es narración o descripción de un dinamismo
humano. A veces los personajes se mueven por intereses, por intrigas, por
ideales históricos o sociales. Los personajes de la novela romántica son
movidos por el amor.
2. La naturaleza
como marco del idilio.
En la novela no sólo hay personajes que actúan. Hay un
escenario en el que se desenvuelve la acción.
3. Idealización
del paisaje
El paisaje que se nos brinda en la novela romántica no se
brinda como lo ven los ojos sino como lo ve el corazón. Por esa subjetivación
del paisaje hay que hablar de un paisaje “idealizado”
4.
Identificación del paisaje.
De por sí el paisaje es un elemento carente de sensibilidad
e indiferente al acontecer de los personajes que en él se mueven. Sin embargo, en el Romanticismo el paisaje está
“humanizado”; vive las incidencias de los enamorados.
5. El color
local
Si no en todas las novelas románticas, si en muchas (sobre
todo en la novela romántica americana) el ambiente de la novelan es de carácter
local o regional. De esta manera, ya en
la novela romántica, hay anticipos de lo que va a ser el Costumbrismo y el Nativismo como derivaciones románticas.
6. Exaltación
del YO.
El “Yo” del artista siempre se refleja en la obra artística
romántica. Fácilmente el autor se confunde con el Protagonista; por esta razón,
se narra en primera persona.
7. Presencia de
elementos autobiográficos.
El autor romántico introduce en su obra muchos elementos y
aspectos de su propia vida. Hay numerosos detalles biográficos pasados a los
protagonistas de sus obras.
8. Exotismo
romántico.
El romántico se escapa a lugares extraños; vuelve su mirada
sobre países, paisajes y ambientes remotos o lejanos; le sirve como de escape.
Los autores
suelen intercalar, en sus narraciones o poemas, relatos exóticos: también
intercalan formas de lenguaje, alusiones y comparaciones referidas a otros
lugares, (Asia, África…)
9. Temas y
recursos románticos.
El Romanticismo se basa en cuatro temas fundamentales: el
amor, la naturaleza, muerte y el aspectos religiosa cristiano: Todo esto está
maravillosamente entrelazado en Novela Romántica.
Igualmente, en el Romanticismo, están presentes algunos recursos
“originales”: El pájaro negro, la lluvia, las campanadas de la torre, el
silbido del viento, la luna, etc…
Claro de Luna
El padre Marignan llevaba con gallardía su nombre de guerra.
Era un hombre alto, seco, fanático, de alma exaltada, pero recta. Decididamente
creyente, jamás tenía una duda. Imaginaba con sinceridad conocer perfectamente
a Dios, penetrar en sus designios, voluntades e intenciones.
A veces, cuando a grandes pasos recorría el jardín del
presbiterio, se le planteaba a su espíritu una interrogación: "¿Con qué
fin creó Dios aquello?" Y ahincadamente buscaba una respuesta, poniéndose
su pensamiento en el lugar de Dios, y casi siempre la encontraba. No era
persona capaz de murmurar en un transporte de piadosa humildad: "¡Señor,
tus designios son impenetrables!" El padre Marignan se decía a sí mismo:
"Soy siervo de Dios; debo, por tanto, conocer sus razones de obrar, y
adivinar las que no conozco."
Todo le parecía creado en la naturaleza con una lógica
absoluta y admirable. Los principios y fines se equilibraban perfectamente. Las
auroras se habían hecho para hacer alegre el despertar, los días para madurar
el trigo, las lluvias para regarlo, las tardes oscuras para predisponer al
sueño, y las noches para dormir. Las cuatro estaciones correspondían totalmente
a las necesidades de la agricultura; y jamás el sacerdote sospecharía que no
hay intenciones en la naturaleza, y que todo lo que existe, al contrario de lo
que él pensaba, se sometió a las duras necesidades de las épocas, de los climas
y de la materia.
Sin embargo, el padre Marignan odiaba a las mujeres, las
odiaba inconscientemente y las despreciaba por instinto. Repetía casi siempre
las palabras de Cristo: "Mujer, ¿qué hay de común entre tú y yo?" Y
entonces añadía: "Se diría que el mismo Dios estaba descontento de aquella
creación suya." Para él, la mujer era la criatura doce veces impura de que
habla el poeta. Era el ser tentador que había arrastrado al pecado al primer
hombre y que continuaba la obra infernal, el ente flaco, peligroso,
misteriosamente perturbador. Y más aún, que su cuerpo de perdición detestaba a
su alma amorosa.
En alguna ocasión había sentido esa ternura femenina
envolviéndole, y aunque se supiese inexpugnable, se exasperaba ante la necesidad
de amar que palpitaba incesantemente en tales criaturas.
En su opinión, la mujer sólo existía para tentar al hombre y
probarlo. Nadie debería aproximarse a ella sin las precauciones defensivas y
los recelos que se tienen ante las celadas. Y en verdad se parecía a una
celada, de labios suplicantes y brazos abiertos, tendida al hombre.
El padre Marignan apenas tenía indulgencia para las
religiosas, cuyo voto las hacía inofensivas; pero, a pesar de ello, las trataba
con rudeza, porque sentía que, latente en el fondo de sus corazones
enclaustrados, tenían aquella perpetua ternura, alcanzándolo a él, aunque fuese
cura.
La presentía en aquellas miradas más húmedas de piedad que
las de los frailes, en aquellos éxtasis donde se transparentaba siempre la
mujer, en aquellos transportes de amor a Cristo que lo indignaban, porque en
ellas todo era materia; veía la maldita ternura en la propia docilidad, en la
dulzura de la voz cuando le hablaban, en los ojos puestos en el suelo, en las
lágrimas resignadas, si él las reprendía con dureza.
Sacudía la sotana en las puertas del convento y salía de
allí rápidamente como si huyese de un peligro.
Tenía el cura una sobrina que vivía con su madre en una
casita próxima. Se le había metido en la cabeza hacer de ella una hermana de la
caridad.
Era bonita, alegre y zalamera. Cuando el padre la reprendía
se limitaba a reír, y cuando la regañaba de veras lo besaba con vehemencia,
apretándolo contra su corazón, mientras el sacerdote, involuntariamente,
procuraba deshacerse de aquel abrazo, que al mismo tiempo le proporcionaba una
dulce alegría y despertaba en él la sensación de paternidad que yace en el
fondo de todo hombre.
Muchas veces le hablaba de Dios, de su Dios, mientras
caminaban por los campos; pero la joven no lo escuchaba y miraba el cielo, las
hierbas, las flores, con una alegría de vivir que se le asomaba a los ojos. En
algunas ocasiones corría para coger una mariposa, exclamando al traerla
consigo: "Mire tío, ¡qué linda es! ¡Hasta siento deseos de besarla!"
Y esta necesidad de besar insectos o flores encorajinaba, irritaba y revolvía
al padre, que una vez más tropezaba con la enraizada ternura que germina
siempre en el corazón femenino.
Pero un día, la mujer del sacristán, que cuidaba de las
faenas domésticas de la casa del padre Marignan, le comunicó cautelosamente que
su sobrina tenía un enamorado.
Sintió un asombro tan grande que quedó sofocado, sin poder
hablar, con la cara llena de jabón, pues en aquel momento empezaba a afeitarse.
Tan pronto como se halló en estado de reflexionar y de poder
pronunciar alguna palabra, exclamó:
-¡Está usted mintiendo, Melania! ¡Eso no es verdad!
Mas la campesina juró solemnemente:
-¡Que Nuestro Señor no me dé más de una hora de vida si yo
le miento, señor cura! Ella se entrevista con él todas las noches después que
su señora hermana está acostada. Se encuentran en las márgenes del río. Si
quisiera verlos e ir allá, es entre las diez y la media noche.
El párroco dejó el afeitado de su cara y púsose a pasear de
un lado para otro, como hacía siempre en las ocasiones de grave meditación.
Cuando volvió a afeitarse, se cortó tres veces entre la nariz y la oreja.
Durante todo el día se mantuvo silencioso, lleno de
indignación y de cólera; a su indignación de eclesiástico ante el invencible
amor, se unía una exasperación de padre moral, de tutor, de director espiritual
engañado, eludido por una criatura; esa cólera egoísta de los padres a quienes
la hija anuncia que hizo sin ellos y sin su consentimiento la elección del
marido.
Después de comer intentó leer un rato, pero no lo consiguió;
se sentía cada vez más indignado. Al sonar las diez tomó el bastón, una enorme
rama de árbol que llevaba siempre en sus caminatas nocturnas cuando iba a
llevar los Sacramentos a algún moribundo. Contempló sonriendo la enorme garrota
con sólido puño campesino mientras la agitaba amenazadoramente, y, de repente,
la levantó y, con los dientes apretados, golpeó una silla, cuyo respaldo roto
cayó al suelo.
Al abrir la puerta para salir, se detuvo sorprendido por la
extraordinaria luz de la luna, bella como casi nunca suele verse.
Poseedor de un espíritu entusiasta, espíritu que todos los
padres de la iglesia, esos poetas soñadores, deberían tener, se sintió
repentinamente distraído de lo que tanto le preocupaba, impresionado por la
grandiosa y serena belleza de la pálida noche.
En el jardincillo del presbiterio, bañado por suave luz, los
árboles en flor alineados en filas dibujaban sobre el paseo sus sombras de
frágiles ramos de hojas que nacían, en tanto la madreselva gigante, unida al
muro de la casa, exhalaba deliciosos aromas como azucarados, que vagaban en la
noche fresca y clara como un alma perfumada.
El párroco respiró hondo, bebiendo el aire como los ebrios
beben vino, y fue caminando a pasos lentos, feliz, maravillado, olvidándose
casi de la sobrina.
Cuando llegó al campo se paró para contemplar la llanura
inundada por la luna acariciadora, sumergida en el encanto suave y lánguido de
las noches serenas.
Las ranas lanzaban al espacio, incesantemente, sus notas
cortas y metálicas, y ruiseñores lejanos dejaban oír una música que provocaba
los sueños y no obligaba a pensar; esa música leve y vibrante que parece creada
para los besos, bajo la seducción de la luna.
El cura continuó su camino con el corazón turbado sin que
supiese el porqué. Sentíase de repente débil y agotado; tenía deseos de
sentarse, de quedarse allí a contemplar y admirar a Dios a través de su obra.
A lo lejos, siguiendo las ondulaciones del riachuelo,
serpenteaba la línea extensa de los chopos. Una neblina fría, un vapor blanco
que atravesaban los rayos de luna, tornándolo plateado y brillante, estaba
suspendido alrededor y encima de sus márgenes y envolvía el curso tortuoso de
las aguas en una especie de algodón leve y transparente.
Una vez más se detuvo el padre Marignan, empapado hasta el
fondo de su alma de un enternecimiento creciente, irresistible. Y una vaga
inquietud lo iba invadiendo; sentía nacer dentro de sí una de sus habituales
interrogaciones:
¿Con qué fin había creado Dios semejante noches? Pues, si
estaban destinadas al sueño, a la inconsciencia, al reposo, al olvido de todo,
¿para qué hacerlas más bellas que los días, más dulces que las auroras y las
tardes? Y ¿por qué razón ese astro lento y seductor (más poético que el sol y
que parece destinado, de tal manera es discreto, a iluminar cosas demasiado
deliciosas y misteriosas para la luz del día) transformaba las tinieblas en transparencia?
¿Por qué razón el más hábil de los pájaros cantores no
descansaba como los otros y se hacía oír en la sombra perturbadora?
¿Para qué envolvía el mundo aquel fino velo?
¿Y porqué los estremecimientos del corazón, la emoción del
alma y la languidez del cuerpo?
¿A quién estaba destinado aquel desdoblar de encantos que
los hombres no contemplaban, porque reposaban en sus lechos?
¿Para quién, entonces, ese espectáculo sublime, esa
abundancia de poesía lanzada del Cielo a la tierra?
Y el párroco no encontraba explicación. Pero he aquí que
distantes, a la orilla del prado, bajo la bóveda de los árboles húmedos y
brillantes de rocío, habían aparecido dos sombras caminando muy unidas.
El hombre era más alto e iba abrazado al cuello de su
compañera; de vez en cuando la besaba en la cabeza. Sus figuras animaron de
repente el paisaje inmóvil que los rodeaba como un marco divino creado para
ellos.
Se diría que no eran más que un solo ser para quien se
destinaba aquella tranquila y silenciosa noche; venían en dirección al
sacerdote como una respuesta viva, la respuesta que el Señor concedía a su
pregunta.
Él continuó allí con el corazón palpitante, turbado,
imaginando ver una escena bíblica como los amores de Ruth y Booz o la
realización de un designio de Dios en uno de aquellos grandes cenáculos de que
hablan las Escrituras. Se acordó de los versículos del Cantar de los cantares,
de las llamadas de amor, de todo el calor de ese poema ardiente de ternura.
Y se dijo a sí mismo: "Tal vez Dios hiciese estas
noches para velar de ideal los amores de los hombres."
Iba retrocediendo frente a la abrazada pareja que avanzaba
siempre. Era la sobrina, sin duda. Sin embargo, el sacerdote se preguntaba a sí
mismo si no iría él a desobedecer a Dios. Pues, ¿no era que Dios permitía el
amor al rodearlo de un esplendor así?
Y el cura huyó, desorientado, casi con vergüenza, como si
acabase de penetrar en un templo en el que no tuviera derecho de entrar.
María
Enmarcada por la espléndida geografía del Valle del Cauca,
en épocas pasadas floreció la hacienda «El Paraíso». Allí, rodeados por la
bondad de sus padres y tíos, crecieron dos jovencitos de nombres Efraín y
María, primos hermanos, quienes desde su más tierna infancia se hicieron
inseparables compañeros de juego y alegría. Muy pronto, sin embargo, el camino
de los dos primos se separó.
Efraín, alcanzada la edad necesaria para emprender una
sólida educación, fue enviado por sus padres a la ciudad de Bogotá, en donde,
tras seis anos de esfuerzo, consiguió coronar sus estudios de bachillerato.
María, entre tanto, lejana ya las delicias de la infancia,
se había convertido en una bellísima muchacha, cuyas dotes y hermosura
encandelillaron al recién llegado bachiller.
Ciertamente la sorpresa del muchacho fue compartida. También
María se sintió vivamente Impresionada ante las maneras y el porte de su primo,
y aquella mutua admiración dio tránsito a un vehemente amor que se apoderó de
sus corazones, sin que ellos mismos pudieran comprenderlo o sentirlo.
El cariño de los jóvenes progresó dulcificado por las
bondades de su medio y muy pronto, a pesar de que ellos quisieron ocultarlo,
los ojos de sus mayores recabaron en este mutuo afecto. Entonces, una sombra
dolorosa se interpuso entre los dos enamorados. Los padres de Efraín, quienes
abrigaban un vivísimo amor por su sobrina, no podrían olvidar una penosa
circunstancia .que señalaba indefectiblemente su destino. Tal como su madre,
muerta bastante tiempo atrás. Marta daba muestras de padecer una dolorosa
enfermedad. Aquella dolencia, que llevara a la muerte a quienes la padecieran,
tarde o temprano, empezaba a notarse en el semblante juvenil de la muchacha.
Ningún alivio era suficiente, y aunque el ánimo de los buenos señores se inclinara
favorablemente al amor de los muchachos, la posibilidad, casi indudable, de la
muerte temprana de María, los obligaba a oponerse.
A pesar de ello, sus acciones no revistieron crueldad o
torpeza. Todo lo contrario, el padre llamó a Efraín a su lado y sin mostrar
señal alguna de su íntima determinación, lo instó a viajar a la lejana Europa a
fin de adelantar estudios superiores de medicina. Aquella solicitud conturbó el
ánimo de la enamorada, quien veía con profundo pesar la forzosa distancia que
entre los dos pudiera interponerse. Sin embargo, la voluntad paterna fue
determinante y tras una serie de obstáculos y aplazamientos que llenaron de
felicidad el corazón de los amantes, Efraín enderezó sus pasos rumbo a Londres.
El dolor de los primeros tiempos de separación fue mitigado por las incontables
cartas que los muchachos se enviaban.
Muy pronto, Efraín resintió las dilaciones y tardanzas de su
amada. Y cuando esta situación más lo mortificaba y ofendía, supo por boca de
un amigo recién llegado a Inglaterra, que la joven María había sido postrada
por una dolorosa enfermedad que la amenazaba cruelmente y que requería su
presencia. Inauditos fueron entonces los dolores de Efraín tratando de
encontrar vías inmediatas para su desplazamiento desde Europa.
Las enormes distancias y la lentitud de los transportes se
erigía como otras tantas lanzas que mortificaban su corazón. Días y días se
sucedían, sin que la añorada patria asomara en el horizonte. Llegaron después
tas penalidades de la travesía de ríos y montanas, los accidentes, las lluvias,
la crueldad de la naturaleza que inconmovible asistía a los agónicos esfuerzos
del enamorado. Cuando ya Efraín consiguió descabalgar en tierras de «El
Paraíso» y saludó emocionado a sus padres, por el semblante de aquellos adivinó
la verdad: sus esfuerzos fueron vanos.
La amada no pudo aguardar su llegada y con su nombre entre
los labios falleció.
La desesperación de Efraín lo condujo hasta el pie de la
tumba de María, en donde los recuerdos de las alegrías pasadas que la llevaron
hasta la postración. Finalmente, incapaz de soportar la vida en medio del
maravilloso valle que fuera escenario de su amor y que lo inundaba cada
instante con su alud de recuerdos y emociones, Efraín decidió abandonar para
siempre la tierra de sus mayores y se adentró en lo desconocido
Atala
Un joven francés desilusionado, René, se ha unido a una
tribu india y se casó con una mujer llamada Céluta. En una expedición de caza,
una noche de luna, René le pregunta Chactas, el anciano que lo adoptó, al
relatar la historia de su vida.
A la edad de diecisiete años, el Natchez Chactas pierde a su
padre durante una batalla en contra de los Muscogees . Huye de San Agustín,
Florida , donde se crió en la casa de los López español.Después de 2 años y
medio, se pone en marcha para el hogar, pero es capturado por los Muscogees y
los Seminoles. Las oraciones principales Simagan que sea quemada en su pueblo.
Las mujeres se apiadara de él durante las semanas de viaje,
y cada noche le traen regalos. Atala, la hija cristiana de media casta de
Simagan, trata en vano de ayudarle a escapar. A su llegada a Apalachucla, sus
bonos se soltó y él se salva de la muerte por su intervención. Huyen y vagar
por el desierto durante 27 días antes de ser atrapado en una tormenta enorme.
Mientras ellos se han refugiado, dice Atala Chactas que su padre era López, y
se da cuenta que ella es la hija de su benefactor antiguo.
Los rayos caen sobre un árbol cercano por, y se ejecutan al
azar, antes de escuchar una campana de la iglesia. Encontrarse con un perro,
son recibidos por su propietario, Pere Aubry, y les lleva a través de la
tormenta a su misión idílico. La bondad de Aubry y la fuerza de la personalidad
de impresionar a Chactas en gran medida.
Atala se enamora de Chactas, pero no puede casarse con él
como lo ha hecho voto de castidad. En la desesperación que lleva veneno. Aubry
asume que ella no es más que malos, pero en la presencia de Chactas revela lo
que ha hecho, y Chactas se llena de rabia hasta que el misionero les dice que,
de hecho, el cristianismo permite la renuncia de los votos. Le tienden, pero
ella muere, y el día después del funeral, Chactas toma el consejo de Aubry y
sale de la misión.
En el epílogo, se revela que Aubry fue asesinado más tarde
por los cherokees , y que, de acuerdo a la nieta de Chactas, ni René ni los
Chactas de edad sobrevivió a una masacre durante un levantamiento. La relación
completa de las andanzas de Chactas después de la muerte de Atala, en Les
Natchez , da una versión algo diferente de su destino.