El Renacimiento


El Renacimiento

Renacimiento es el nombre dado a un amplio movimiento cultural, que se produjo en Europa Occidental en los siglos XV y XVI. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes, aunque también se produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas. Italia fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento.

El Renacimiento es fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo.

El nombre «renacimiento» se utilizó porque éste retomaba los elementos de la cultura clásica. El término simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso tras siglos de predominio de un tipo de mentalidad dogmática establecida en la Europa de la Edad Media. Esta nueva etapa planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, el interés por las artes, la política y las ciencias, sustituyendo el teocentrismo medieval por cierto antropocentrismo.

El historiador y artista Giorgio Vasari había formulado una idea determinante, el nuevo nacimiento del arte antiguo, que presuponía una marcada conciencia histórica individual, fenómeno completamente nuevo en la actitud espiritual del artista.

De hecho, el Renacimiento rompió, conscientemente, con la tradición artística de la Edad Media, a la que calificó como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de gótico. Con la misma conciencia, el movimiento renacentista se opuso al arte contemporáneo del norte de Europa.

Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó una «ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional».

Sobre el significado del concepto de Renacimiento y sobre su cronología se ha discutido muchísimo; generalmente, con el término «humanismo» se indica el proceso innovador, inspirado en la Antigüedad clásica y en la consolidación de la importancia del hombre en la organización de las realidades histórica y natural que se aplicó en los siglos XV y XVI.

El Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico. Su ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad Moderna, marcada por la consolidación de los Estados europeos, los viajes transoceánicos que pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición del feudalismo, el ascenso de la burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.

Desarrollo del Renacimiento

Históricamente, el Renacimiento es contemporáneo de la era de los Descubrimientos y las conquistas ultramarinas. Esta «era» marca el comienzo de la expansión mundial de la cultura europea, con los viajes portugueses y el descubrimiento de América por parte de los españoles, lo cual rompe la concepción medieval del mundo, fundamentalmente teocéntrica. El fenómeno renacentista comienza en el siglo XIV y no antes, aunque al tratarse de un proceso histórico, se elige un momento arbitrariamente para determinar cronológicamente su comienzo, pero lo cierto es que se trata de un proceso que hunde sus raíces en la Baja Edad Media y va tomando forma gradualmente.

El desmembramiento de la cristiandad con el surgimiento de la Reforma protestante, la introducción de la imprenta, entre 1460 y 1480, y la consiguiente difusión de la cultura fueron uno de los motores del cambio. El determinante, sin embargo, de este cambio social y cultural fue el desarrollo económico europeo, con los primeros atisbos del capitalismo mercantil. En este clima cultural de renovación, que paradójicamente buscaba sus modelos en la Antigüedad Clásica, surgió a principios del siglo XV un renacimiento artístico en Italia, de empuje extraordinario, que se extendería de inmediato a otros países de Europa.

El artista tomó conciencia de individuo con valor y personalidad propios, se vio atraído por el saber y comenzó a estudiar los modelos de la antigüedad clásica a la vez que investigaba nuevas técnicas (claroscuro en pintura, por ejemplo). Se desarrollan enormemente las formas de representar la perspectiva y el mundo natural con fidelidad; interesan especialmente en la anatomía humana y las técnicas de construcción arquitectónica. El paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da Vinci, personalidad eminentemente renacentista, quien dominó distintas ramas del saber, pero del mismo modo Miguel Ángel Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas conmovidos por la imagen de la Antigüedad y preocupados por desarrollar nuevas técnicas escultóricas, pictóricas y arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad humanística. Todo esto formó parte del renacimiento en las artes en Italia.

Mientras surgía en Florencia el arte del Quattrocento o primer Renacimiento italiano, así llamado por desarrollarse durante los años de 1400 (siglo XV), gracias a la búsqueda de los cánones de belleza de la antigüedad y de las bases científicas del arte, se produjo un fenómeno parecido y simultáneo en Flandes (especialmente en pintura), basado principalmente en la observación de la vida y la naturaleza y muy ligado a la figura de Tomás de Kempis y la «devotio moderna», la búsqueda de la humanidad de Cristo. Este Renacimiento nórdico, conjugado con el italiano, tuvo gran repercusión en la Europa Oriental (la fortaleza moscovita del Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos).

La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo XVI), se caracterizó por la hegemonía artística de Roma, cuyos papas (Julio II, León X, Clemente VII y Pablo III, algunos de ellos pertenecientes a la familia florentina de los Médici) apoyaron fervorosamente el desarrollo de las artes, así como la investigación de la Antigüedad Clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia muchos de estos artistas, o sus seguidores, emigraron y profundizaron la propagación de los principios renacentistas por toda Europa Occidental.

Durante la segunda mitad del siglo XVI empezó la decadencia del Renacimiento, que cayó en un rígido formalismo, y tras el Manierismo dejó paso al Barroco.

Caracteristicas del Renacimiento

De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento en:

    La vuelta a la Antigüedad. Resurgirán tanto las antiguas formas arquitectónicas, como el orden clásico, la utilización de motivos formales y plásticos antiguos, la incorporación de antiguas creencias, los temas de mitología, de historia, así como la adopción de antiguos elementos simbólicos. Con ello el objetivo no va a ser una copia servil, sino la penetración y el conocimiento de las leyes que sustentan el arte clásico.

    Surgimiento de una nueva relación con la Naturaleza, que va unida a una concepción ideal y realista de la ciencia. La matemática se va a convertir en la principal ayuda de un arte que se preocupa incesantemente en fundamentar racionalmente su ideal de belleza. La aspiración de acceder a la verdad de la Naturaleza, como en la Antigüedad, no se orienta hacía el conocimiento de fenómeno casual, sino hacía la penetración de la idea.

    El Renacimiento hace al hombre medida de todas las cosas. Presupone en el artista una formación científica, que le hace liberarse de actitudes medievales y elevarse al más alto rango social.

Los supuestos históricos que permitieron desarrollar el nuevo movimiento se remontan al siglo XIV cuando, con el Humanismo, progresa un ideal individualista de la cultura y un profundo interés por la literatura clásica, que acabaría dirigiendo la atención sobre los restos monumentales y las obras literarias y tratados clásicos.

Italia en ese momento está integrada por una serie de estados entre los que destacan Venecia, Florencia, Milán, los Estados Pontificios y Nápoles. La presión que se ejercía desde el exterior impidió que, como en otras naciones, se desarrollara la unión de los reinos o estados; sin embargo, sí se produjo el fortalecimiento de la conciencia cultural de los italianos.

Desde estos supuestos fueron las ciudades las que se convierten en centros de renovación artística, científica, y, en último término, de las costumbres e ideas de toda la sociedad.

En Florencia, el desarrollo de una rica burguesía ayudó al despliegue de las fuerzas del Renacimiento; la ciudad se convirtió en punto de partida del movimiento, y surgen, bajo la protección de los Médicis, las primeras obras de arte del nuevo estilo que desde aquí se va a extender al resto de Italia, primero, y después a toda Europa.
Temas y motivos poeticos.
La lírica renacentista se nutrió de temas y motivos extraídos de la antigüedad clásica y del modelo poético italiano.

•El amor: la temática amorosa se inició siguiendo a Petrarca desde la perspectiva del amor cortes. Lo más conocido y valorado de él fue su poesía lírica en italiano. De ella destaca el Cancionero. Conjuntos de poemas dedicados a larra. En él se desarrolla una concepción del amor que es crucial para la poesía europea, es decir según la concepción neo platónica, que idealiza la realidad material. Hay una espiritualización del sentimiento amoroso. El poeta contemplando la belleza de la mujer amada, podrá ascender a la suprema belleza de la divinidad a través del amor. La amada va a ser la conexión con Dios en la tierra. También Petrarca influye en la forma de los poetas. Sus seguidores compusieron sonetos y música en versos endecasílabos o hexasílabos. La amada posee una belleza que se describe con metáforas extraídas de los elementos de la naturaleza: piel marmórea cabello de oro , labios de rubí, etc... e irradia un amor apasionado que ante el poeta se convierte en desdén en relación con la temática amorosa del Carpe Diem, (Tópico clásico), con el que se incita a la amada a que aproveche el tiempo en que es joven y bella.
Renacimiento En Espana
En España el cambio ideológico no es tan extremo como en otros países; no se rompe abruptamente con la tradición medieval, por ello se habla de un Renacimiento español más original y variado que en el resto de Europa. Así, la literatura acepta las innovaciones italianas (Dante y Petrarca), pero no olvida la poesía del Cancionero y la tradición anterior. Como síntesis del Renacimiento y preludio del Barroco, la literatura contará con la figura capital de Miguel de Cervantes (siglos XVI–XVII).

En cuanto a las artes plásticas, el Renacimiento hispano mezcló elementos importados de Italia (de donde llegaron algunos artistas, como Paolo de San Leocadio, Pietro Torrigiano o Domenico Fancelli) con la tradición local, y con algunos otros influjos (lo flamenco, por ejemplo, estaba muy de moda en la época por las intensas relaciones comerciales y dinásticas que unían estos territorios a España). Las innovaciones renacentistas llegaron a España de forma muy tardía; hasta la década de 1620 no se encuentran ejemplos acabados de las mismas en las manifestaciones artísticas, y tales ejemplos son dispersos y minoritarios. No llegan a España plenamente, pues, los ecos del Quattrocento italiano (sólo por obra de la familia Borgia aparecen artistas y obras de esa época en el área levantina), lo que determina que el arte renacentista español pase casi abruptamente del Gótico al Manierismo.

En el campo de la arquitectura, tradicionalmente se distinguen tres periodos: Plateresco (siglo XV-primer cuarto del siglo XVI), Purismo o estilo italianizante (primera mitad del XVI) y estilo Herreriano (a partir de 1559-mediados del siglo siguiente). En el primero de ellos, lo renaciente aparece de forma superficial, en la decoración de las fachadas, mientras que la estructura de los edificios sigue siendo gotizante en la mayoría de los casos. Lo más característico del Plateresco es un tipo de decoración menuda, detallista y abundante, semejante a la labor de los plateros (de donde deriva el nombre). El núcleo fundamental de esta corriente fue la ciudad de Salamanca, cuya Universidad y su fachada son el paradigma del estilo; arquitectos destacados del mismo fueron Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Álava. El Purismo representa una fase más avanzada de la italianización de la arquitectura. El palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, obra de Pedro de Machuca, es ejemplo de ello. El foco principal de este estilo se situó en Andalucía, donde además del citado palacio destacaron los núcleos de Úbeda y Baeza y arquitectos como Andrés de Vandelvira y Diego de Siloé. Finalmente, aparece el estilo Escurialense o Herreriano, original adaptación del Manierismo romano caracterizada por la desnudez y el gigantismo arquitectónico. La obra fundamental será el palacio-monasterio de El Escorial, trazado por Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, sin duda la obra más ambiciosa del Renacimiento hispano. Lo escurialense traspasó el umbral cronológico del siglo XVI llegando con gran vigencia a la época barroca.

En escultura, la tradición gótica mantuvo su hegemonía durante buena parte del siglo XVI. Los primeros ecos del nuevo estilo corresponden por lo general a artistas venidos de fuera, como Felipe Vigarny o Domenico Fancelli, que trabajará al servicio de los Reyes Católicos, esculpiendo su sepulcro (1517). No obstante, pronto surgirán artistas locales que asimilan las novedades italianas, adaptándolas al gusto hispano, como Bartolomé Ordóñez y Damián Forment. En una fase más madura del estilo surgen grandes figuras, creadoras de un peculiar Manierismo que sentará las bases de la posterior escultura barroca: Juan de Juni y Alonso Berruguete son los más destacados.

La pintura renacentista española está determinada igualmente por el pulso que mantiene la herencia del Gótico con los nuevos modos venidos de Italia. Esta dicotomía se aprecia en la obra de Pedro Berruguete, que trabajó en Urbino al servicio de Federico de Montefeltro, y Alejo Fernández. Posteriormente aparecen artistas conocedores de las novedades italianas coetáneas, como Vicente Macip o su hijo Juan de Juanes, influidos por Rafael; Luis de Morales, Juan Fernández de Navarrete o los leonardescos Fernando Yáñez y Hernando de los Llanos. Pero la gran figura del Renacimento español, y uno de los pintores más originales de la Historia, se inscribe ya en el Manierismo, aunque rebasando sus límites al crear un universo estilístico propio: El Greco (1541-1614).

La Literatura del Renacimiento

La literatura renacentista forma parte de un movimiento más general del Renacimiento que experimenta la cultura occidental en los siglos XV y XVI, aunque sus primeras manifestaciones pueden ser observadas en la Italia de los siglos XIII y XIV. Se caracteriza por la recuperación humanista de la literatura clásica grecolatina y se difunde con gran pujanza gracias a la invención de la imprenta hacia 1450.

La novedad afecta tanto a los temas como a las formas. Entre los primeros cabe destacar el antropocentrismo, el interés por la naturaleza y la recuperación de la mitología clásica. La filosofía recupera las ideas platónicas y las pone al servicio del cristianismo. La búsqueda del placer sensorial y el espíritu crítico y racionalista completan el ideario de la época. En cuanto a los aspectos formales, se recupera la preceptiva clásica (cuya raíz está en la Poética de Aristóteles) y se desarrollan nuevos géneros (como el ensayo) y modelos métricos (entre los que destaca el soneto).

Los precedentes de Dante, Petrarca y Boccaccio dan lugar a un esplendor de la literatura renacentista en Italia en el siglo XVI. La figura directriz del gusto poético renacentista de ese siglo será Pietro Bembo, que escribió canciones petrarquistas y sonetos, pero sobre todo, se erigió en el árbitro de la literatura italiana de su tiempo, que fue el centro de irradiación internacional de este movimento.

Antecedentes

 El dolce stil nuovo

El dolce stil nuovo ('dulce estilo nuevo') es un tipo de lírica amorosa culta que se desarrolla en Florencia en el siglo XIII. Sus representantes más destacados son Guido Guinizelli, Guido Cavalcanti y Cino da Pistoia.
Cino da Pistoia.jpg

Sus principales características son:

    Sinceridad en la expresión de los sentimientos en la línea de la lírica humana, popular y profundamente religiosa de San Francisco de Asís.
    Presencia de una naturaleza primaveral en armonía con el hombre retomando el tópico clásico del locus amenus.
    Musicalidad, suavidad, elegancia y eufonía en la expresión formal.
    Amor concebido como una experiencia trascendente, que pone en contacto al enamorado con la sabiduría, la felicidad y lo divino.
    La mujer constituye una personificación del ideal neoplatónico. Es un ser angélico de naturaleza celestial concebido como donna angelicata.
    Uso de la lengua vernácula de Florencia: el toscano o italiano

Dante Alighieri y la Divina comedia

Dante Alighieri, nacido en Florencia en 1265 y fallecido en Rávena en 1321, es el perfecto ejemplo de humanista. Escribió en latín clásico y también en la lengua vernácula de Florencia, al que dio un decisivo impulso como lengua de expresión literaria, que la llevaría a constituir con el tiempo la lengua italiana por antonomasia.

En latín escribió una defensa de la lengua vulgar, De vulgari eloquentia (hacia 1304). Predicó con el ejemplo, pues lo más destacado de su producción está escrito en lengua romance: Vita nuova (hacia 1203) y la Divina comedia (1320).

    Vita nuova es una obra profundamente incardinada en el dolce stil nuovo. Mediante sonetos y canciones líricas entretejidas entre la prosa explicativa, describe su amor platónico por Beatriz.

    Su obra maestra es, empero, la Divina comedia, una grandiosa alegoría en tercetos encadenados (forma métrica inventada por Dante), en la que el propio autor, acompañado del poeta latino Virgilio, recorren el Infierno y el Purgatorio hasta que Dante, ya acompañado de Beatriz, contempla el Paraíso.

La Divina comedia destaca por la energía expresiva, el desgarro emocional y la originalidad de sus imágenes. El tema central es el destino trascendente y la reflexión acerca del alma humana, todo ello enmarcado en una concepción del mundo que reúne componentes cristianos y otros provenientes de la cultura clásica de la antigüedad grecolatina.

Un ejemplo de la concepción amorosa de Dante, precursora del pleno Renacimiento en su caracterización de la dama como mujer angélica, es el soneto «Tanto gentile e tanto onesta pare» ('Tan gentil y tan honesta parece') que pertenece a su obra Vita nuova ('Vida nueva'), compuesta hacia 1293

Introducción al Barroco

El Barroco se desarrolla entre el 1570 y el 1670.

Está contenido en un periodo llamado época Áurica, junto con el renacimiento, pero a su vez, el barroco se divide en tres periodos, Manierismo, que da origen al Barroco Clásico, que desemboca en el Barroquismo.

La palabra Barroco proviene del término portugués berrueco, que era la forma que se utilizaba para definir a una perla de forma irregular, pero recién a mediados del siglo XVIII se comenzó a utilizar el término a las artes.

Durante mucho tiempo se pensó que el Barroco era el arte de la contrarreforma, ya que España vivía ese problema religioso floreció dicho estilo. Sin negar que alentó y enriqueció al Barroco, se puede afirmar que este no fue el resultado de los valores esenciales de la contrarreforma, ya que cundió también por países que no atravesaban por tales circunstancias religiosas. El Barroco nace de una aguda crisis

espiritual y moral provocada por la descomposición de los valores renacentistas al ensancharse el horizonte terrestre a causa de los descubrimientos, el hombre adquiere una nueva concepción espacial, ya no siente seguridad y alegría de vivir y se agudiza en el la problemática de la fugacidad temporal, que lo lleva a enfrentarse con la muerte como total disolución de lo creado.

Menéndez Pidal, señaló como característica fundamental del arte Barroco, “La adversión de la claridad”, que para lograr ser difíciles, como les gustaba que les llamen a los artistas Barrocos, perseguían deliberadamente la obscuridad como factor estético que promueve e incita la cooperación del lector para la inteligibilidad de la obra literaria y acumulaban y multiplicaban los recursos retóricos.

Los escritores del siglo XVII no se denominaban a si mismos barrocos, sino que este termino les fue atribuido, tardía y despectivamente por los neoclásicos, que no supieron comprender esa literatura a la que tildaban de confusa e inconsistente.

En síntesis, Damaso Alonso define al Barroco como cómo arte de oposiciones o antítesis violentas.
El pensamiento Barroco

Debido a la crisis sufrida durante este período, el hombre adopta una actitud escéptica, desconfiada y pesimista. Se tiene una visión muy negativa del mundo.

La realidad de las artes o la literatura es muy complicada. Está recargada, llena de contrastes, de contradicciones y de dinamismo.

El hombre barroco ve el mundo como un lugar caótico y está bsesionado con la brevedad de la vida y con el paso del tiempo. Esto se debe al pesimismo y desengaño que sienten ante el mundo.

Los hombres piensan que vivir es un ir muriendo cada día.

Temas de la literatura barroca:

La muerte.

El sentimiento amoroso vivido de forma desgarradora.

La apariencia engañosa de las cosas (famosa teatralización: la vida es una representación teatral, en la que Dios es el autor, y los seres humanos, los actores).

La insatisfacción y la soledad (el hombre se siente solo ante el caos)

Paralelamente, en el siglo XVII, el ser humano adopta una postura ascética (de menosprecio de todo lo terreno) y adopta una postura estoica (de resignación ante la desgracia)

En la literatura, para expresar el distanciamiento de la realidad se recurre a la exageración y a la decoración. Con esto se pretende distorsionar la realidad para marcar los contrastes, es decir, las cosas no se describen como son, sino como se ven a través de los ojos del escritor.

El artista y el escritor del barroco buscan la originalidad para provocar en el público la admiración y la sorpresa, y no se someten a ningún modelo ni a ninguna regla (a diferencia de los autores renacentistas)

La lengua literaria del siglo XVII destaca por la complicación en la forma o el contenido para que resulte difícil de entender.

La dificultad formal es sinónimo de belleza artística. Se trata de una creación de reflexión intelectual y no de emoción natural.
Literatura Española del Barroco
La Literatura española del Barroco es un periodo de creación literaria que abarca aproximadamente desde las obras iniciales de Góngora y Lope de Vega, en la década de 1580, hasta bien entrado el siglo XVIII. El siglo más característico del barroco literario español es el XVII, en el que alcanzan su cénit prosistas como Baltasar Gracián y Francisco de Quevedo, dramaturgos como Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca y Juan Ruiz de Alarcón o la producción poética de los citados Quevedo, Lope de Vega y Góngora.

Las características fundamentales de la literatura barroca española son la progresiva complejidad en los recursos formales y una temática centrada en la preocupación por el paso del tiempo y la pérdida de confianza en los ideales neoplatónicos del Renacimiento. Asimismo, es de destacar una variedad y diversidad en los asuntos tratados, la atención al detalle y el afán de atraer a un público amplio, de lo que es ejemplo el auge de la comedia nueva lopesca. De la preocupación sensual dominante en el siglo XVI se pasa a un énfasis en los valores morales y lo didáctico, donde confluyen dos corrientes: el neoestoicismo y el neoepicureísmo. El Criticón de Gracián supone un punto de llegada en la reflexión barroca sobre el hombre y el mundo, la conciencia del desengaño, un pesimismo vital (pero no exento de esperanza) y una crisis de valores general.

Los géneros se mezclan, convive en Góngora la poesía lírica de estilo sublime de la Fábula de Polifemo y Galatea que hace virtud de la dificultad, con romances y letrillas satírico burlescas, de amplia difusión popular y las dos corrientes se hibridan en la Fábula de Píramo y Tisbe; Quevedo cultiva los poemas metafísicos y morales más trascendentes, al tiempo que escribe sobre asuntos de carácter bajo y hasta chocarrero (Gracias y desgracias del ojo del culo).

El teatro barroco español configura una escena popular y que ha perdurado como producción clásica para el teatro futuro. Los dramas filosóficos de Calderón de la Barca, de los que es ejemplo sobresaliente La vida es sueño, suponen un cénit en la producción dramática española y, como toda la literatura barroca, se inscribe en una época de esplendor que recibe el nombre genérico de Siglo de Oro.
Contexto histórico

El Barroco español se produce en medio de los llamados Siglos de Oro de la literatura española. España estuvo gobernada en ese lapso por tres monarcas: Felipe II, Felipe III y Felipe IV, gobernando este último hasta 1665. Felipe II, hijo y sucesor de Carlos V del Sacro Imperio Romano y I de España, por abdicación de este, tomó posesión del trono español en 1556.

Durante la centuria anterior a esta, España había alcanzado su mayor unidad y extensión territorial. Por herencias, conquistas, convenios diplomáticos o matrimonios reales, llegaron a estar sometidas al cetro de Carlos V, Nápoles y Sicilia; Flandes, Alemania, Hungría y Portugal, aparte de las nuevas y ricas tierras de América. Por el contrario, a Felipe III y Felipe IV les tocó perder una a una todas las tierras europeas. Esto ocasionó graves problemas, religiosos, políticos, internos e internacionales.

El siglo XVII es muy peculiar en cuanto a arte se refiere. Durante este siglo gobernaron en España los Austrias menores, con en válidos o favoritos, y en muchos aspectos hay una «medievalización» de la vida española.

Felipe III (1598-1621) hereda un gran imperio en bancarrota, pero también la enemistad con Inglaterra y los Países Bajos. El privado duque de Lerma traslada la Corte a Valladolid en 1600; seis años más tarde regresa a Madrid. Firma la paz con Inglaterra en 1604 y una tregua con los Países Bajos (1609-1621). Expulsa de la Península a los moriscos (1609), que generalmente trabajaban en el campo, lo que empobrece la agricultura y comercialmente el país.
Felipe IV de España

Al duque de Lerma lo sucederá el duque de Uceda. España interviene en la Guerra de los Treinta Años. Los nobles aumentan su poder, mientras la economía se estanca y se sustituyen las monedas de cobre en lugar de las de oro y plata.

Felipe IV otorga el poder al conde-duque de Olivares, quien trata de mantener la supremacía española frente a Francia en la guerra iniciada en 1635, y el dominio en los Países Bajos.

La presión fiscal y el descontento político general provocan la sublevación de Portugal, Cataluña, Aragón, Navarra y Andalucía. Se inaugura el palacio del Buen Retiro, donde se celebrarán numerosas fiestas palaciegas.

El conde-duque fue sustituido por Luis de Haro; en su destitución influyó una monja, sor María de Jesús de Ágreda, consejera del rey. En 1648 España firma el Tratado de Westfalia, por el que pierde territorios en los Países Bajos y Holanda consigue su independencia.

En 1659 pone fin a la guerra con Francia en la Paz de los Pirineos. La pobreza, las epidemias y los elevados impuestos provocan un alarmante descenso de la población y la migración del campo a la ciudad; muchas zonas quedan despobladas, lo que perjudica a la economía nacional.
Carlos II de España.

Carlos II (1665-1700) es el último de los Austrias menores. Hereda el trono a los cuatro años, por lo que lo regenta su madre Mariana de Austria, ayudada por una junta de notables.

Fue un rey débil y enfermizo, lo que le valió el apelativo de Hechizado. No dejó descendencia a ninguna de sus dos mujeres, lo que favoreció que los monarcas europeos se sintiesen atraídos por el territorio español y quisiesen repartírselo, incluso antes de su muerte.

Durante su reinado Portugal (anexionado a España durante el reinado de Felipe II en 1580) logra la independencia. Las continuas guerras con Francia evidencian aún más la decadencia de España ante el poderío de aquella nación. Con Carlos II sin descendencia, nombra como heredero a Felipe de Anjou, futuro Felipe V, nieto del francés Luis XIV, lo que dio origen a la Guerra de Sucesión española.

La novela histórica española aparece también en la misma época y muy influenciada por Walter Scott, pasando a buscar una mayor fidelidad a la época tratada a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

    Sancho Saldaña, de José de Espronceda
    El doncel de don Enrique el doliente, de Mariano José de Larra
    Cristianos y moriscos, de Serafín Estébanez Calderón
    Doña Isabel de Solís, reina de Granada, de Martínez de la Rosa
    El señor de Bembibre, de Enrique Gil y Carrasco
    Men Rodríguez de Sanabria, de Manuel Fernández y González
    Abelardo y Eloísa, de Ramón Ortega y Frías
    Amaya o los vascos del siglo VIII, 1879, de Francisco Navarro Villoslada.

        Doña Blanca de Navarra, del mismo.

    La campana de Huesca, de Antonio Cánovas del Castillo
    Los hidalgos de Monforte, de Benito Viceto

La novela histórica actual tiene algunos muy buenos ejemplos:

    El nombre de la rosa, de Umberto Eco

        Baudolino, del mismo autor

    Los pilares de la tierra, de Ken Follett

        Un mundo sin fin, su continuación, por el mismo autor

    El Médico (The Physician), de Noah Gordon (forma trilogía con otras dos novelas)

Pero lo que más abunda en la literatura reciente, convertido en un subgénero por sí mismo, es el recurso al mito de los templarios, en conexión con temas de ocultismo o teorías más o menos extravagantes:

    Los Reyes Malditos, de Maurice Druon (serie de siete novelas).


Historieta

En España Apeles Mestres introduce como ilustrador y precedente del cómic, algunas aventuras largas de tema medieval:16

    El conde tal (1878)
    La Brivia (1902)

    Príncipe Valiente (1937, Harold Foster)

En la posguerra española, el cómic medievalista, cumplió una especial función de evasión de la realidad, al tiempo que eludía la censura más fácilmente al tratar glorias del pasado:

    El Guerrero del Antifaz (1944, Manuel Gago García).
    Capitán Trueno (1956, Víctor Mora Pujadas y Miguel Ambrosio Zaragoza -Ambrós-).

Hubo muchos otros ejemplos (Sangre en Bizancio, El Caballero de las Tres Cruces, Flecha Negra, El Rey del mar, Terciopelo negro o Tirant lo Blanc).

Desde una perspectiva totalmente cómica:

    Don Furcio Buscabollos (1947, Guillermo Cifré)

En Francia, siguiendo el género de acercamiento cómico a la historia iniciado con Asterix:

    El gran visir Iznogud (1961, guionista René Goscinny -el de Asterix-, dibujante Jean Tabary) ambientada en Bagdad en el califato de Harún El Pussah (parodia del Harún al-Rashid de las mil y una noches). La frase repetida por Iznogoud en todas sus maquinaciones Quiero ser califa en lugar del califa, no deja de ser una reflexión sobre la naturaleza del poder.